viernes, 21 de abril de 2017

Volante ofensivo



Sufro al manejar. Mejor dicho, ir al volante de un automóvil me genera fastidio, cansancio y una concentración excesiva de cirujano con Parkinson. Cada pedal apretado es un corte de bisturí a la piel del asfalto. Cada luz o cambio de velocidad, una sutura desprolija. De este modo, niego la herencia familiar de un abuelo chofer de micros que llegó a hacer viajes temerarios en coche hasta el otro lado de la cordillera. Por eso es que, cuando me bajo del auto, en mi cuerpo se ha dado una batalla sorda a los gritos. Servicial ante nadie, derrotado ante todos: manejo a pesar de mí, ya que me ofende de modos inexplicables. ¿Será que prefiero ser de los que miran el paisaje y fantasean con que son transportados a otras dimensiones? ¿Seré un rockstar en desgracia que ha perdido su limousine? ¿Por qué no me sucede como a Fabián Casas en sus poemas?: «Acelerás despacio, / el aire en la cara te reconforta…», para preguntarse luego: «¿Qué es lo que hace / que una vida funcione y avance?». Estoy seguro de que el poeta es de esos conductores presuntuosos que guían solo con la derecha, y la izquierda la llevan colgando por la ventanilla para ofrecerla al sol de la ruta. Hago giros a diestra y siniestra, bajo y subo las luces, abro puertas para cerrarlas después, freno y avanzo. En fin, conducir y conducirse. «Primero hay que saber sufrir, / después amar, después partir / y al fin andar sin pensamiento…», decía el tango. No puedo dejar de pensar, entonces, que esos versos son las más certeras lecciones de manejo que jamás se han escrito.


HERNÁN SCHILLAGI

jueves, 13 de abril de 2017

Un poema en la lengua





un mapa irrepetible



como las huellas digitales que dejan
su marca de tinta en un registro civil
para que a la distancia una vigilada identidad
revele impresiones de tu paso furtivo
por la superficie terrestre como las huellas decía
cada lengua es única me avisa un sitio
de curiosidades en internet

surcos y papilas configuran sin más
un mapa irrepetible dentro de la boca
donde el silencio hace de la humedad
su refugio subacuático y las palabras
son ciudades por descubrir ruinas
de un áspero pasado

por eso si alguien me preguntara
si soy otro cuando escribo
me mojaría la punta del índice
con la lengua para dar vuelta la página
como única respuesta


HERNÁN SCHILLAGI, de Castillos sonoros (inédito)