viernes, 20 de abril de 2018

Un poema de fierro






hierro y camino

De un sueño lejano y bello, viday,
soy peregrino…

Atahualpa Yupanqui


no hay sonido que no conozca
o más bien no existe un solo ruido
de ese árido planeta nombrado como calle
que no esté obligado a recorrer
las vueltas del pabellón auditivo
para meterse en mi cabeza
sin aviso ni piedad

por eso es que despreocupado
vuelvo a pie de un encargo del albañil
«una varilla del ocho» había pedido
es decir doce metros de hierro en mi mano
que traigo sobre el asfalto a la rastra
y las chispas saltan contra la tarde
como fugaces estrellas sin deseos
aunque son los chillidos férreos inflexibles
los que anuncian a todo el que se dé vuelta
y quiera escuchar «cuidado
los cimientos de una casa
dependen de mí soportan en mí
y estos gritos tan agudos y luminosos
serán las columnas de un silencio
hogareño que ni todo el cemento gris
podrá ocultar cuidado tengan cuidado
he dicho no soy tan fuerte como parezco»