sábado, 24 de febrero de 2018

Bitácora secreta


DIBUJAR HISTORIETAS supone un doble encierro para las palabras. El cuadro, en primer lugar, contiene el dibujo y los diálogos, como un cerco que juega a ser ventana a la vez. Por otro lado, el globo, ejecuta un segundo cerrojo a lo que dicen los personajes. Siempre me gustó la forma en que los italianos eligieron dar nombre al cómic: «fumetti». Es decir, una nubecilla, un humo se interpone ante el silencio para que las palabras sean posibles. La idea de lo efímero es más evidente, más real. Porque tenemos la ilusión irresponsable de que lo dicho se disuelve en el aire. «Uno es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio», me decía Gloria en ocasiones. Este viejo aforismo no funcionaba para las viñetas que yo delineaba desde los diez años con detectives en apuros. Todos conocen que los pensamientos pueden leerse en las historietas, solo hay que hacerlos salir en globos pequeños de la cabeza del personaje y rodearlos con una nube espesa. Mis investigadores privados, entonces, se cuidaban mucho de pensar, pero por alguna inexplicable razón tenían la facultad telepática de descubrir a los asesinos siempre que regresaban al lugar del crimen. Pero dejé los dibujos cuando tomé conciencia de que las historietas me interesaban menos que las historias. Eso sí, las palabras siempre portan cadenas. Pesadas cadenas [...]


HERNÁN SCHILLAGI, fragmento de la novela "Los cuadernos de Gloria" (2017).

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