miércoles, 25 de octubre de 2017

Un poema popular



melodía familiar

mi padre era leonardo favio
o al menos la voz de mi viejo
podía guitarrearla de vez en cuando
al entrar a mi departamento
de recién casado con tres muebles
y cuatro acordes inseguros
que sabían completar el vacío
y la incomodidad
años sin hablarnos y una promesa
como estribillo «no revolver el pasado»
así los tonos otra vez cambiaban a graves 
para imitar una melodía familiar
la cadencia terrosa que cantaba
y encantaba el presente pero otra vez
el rencor otra vez las notas oscuras 
para que todo pacto pasara a ser 
una esquiva crónica de niños solos
el siglo se moría y sobre mi lengua 
un milenio entero para entender 
por qué nuestra frecuencia sonora vibraba
más en el silencio que en la música
que su voz de cantor popular quebró 
la mía para siempre y se repite ahora en mí
se duplica y se eleva porque yo
yo no puedo olvidarla


HERNÁN SCHILLAGI, de "Castillos sonoros" (inédito)

martes, 17 de octubre de 2017

Con textos de encierro (y poesía)

 ***FERIA DEL LIBRO DE MENDOZA 2017, V Festival Internacional de Poesía de Mendoza – Jueves 12/10/2017 – Penal Almafuerte, Luján de Cuyo***

La jornada del jueves 12 de octubre -y haciendo un poco de honor a lo que conmemora el día acerca de la diversidad cultural- trasladamos el «V Festival Internacional de Poesía de Mendoza» hasta el penal Almafuerte. Llegamos con la poeta chilena Melissa Carrasco, pasamos los controles y, por fin, nos encontramos con un sonriente Facundo López enfundado en su campera negra. El frío, el viento y la lluvia del llano, se había desplazado hacia la montaña. ¿Podrán las palabras transmitir algo de calor? Escuela del penal, patio con galerías donde unos 50 alumnos nos miraban expectantes. Algunos tomaban mate, otros se acercaban a saludarnos. Facundo dijo unas palabras de bienvenida, no solo a nosotros, sino a la misma poesía.
Melissa abrió la tanda de lectura con uno de los poemas de su libro «Plantas». Yo hice lo mismo con un texto de mi libro «Gallito ciego». Así, fuimos alternando las voces, aunque también tratábamos de hablarles a los internos, de mirarlos a los ojos, de recordar uno por uno esos rostros. Risas, silencios, gestos de sorpresa y un aplauso agradecido al finalizar cada poema. Invitamos, luego, a que Facundo López leyera de su nuevo libro «Niños que corren a explotar», y fue un instante de descubrimiento para todos los alumnos. En medio de la lectura de un poema, vi cómo unas gotas se mezclaban con las letras. Le dije a Melissa Carrasco que cerrara y, con el último verso, una breve granizada puso el punto final.
Después, entrevista en la Biblioteca para la revista «Demoliendo fronteras» que hacen los profesores con el aporte de los chicos del penal. Allí recordamos al «Festival Internacional VaPoesía», pionero en acercar la lírica a lugares no convencionales, hablamos de nuestra historia con la escritura y, para nuestra sorpresa, nos pidieron que escribiéramos un poema donde expresáramos lo que nos había provocado estar en Almafuerte. Dos internos, Leo y David, nos acompañaban en silencio. David apretaba un cuaderno a rayas contra su pecho mientras oía la entrevista. Le pregunté si escribía y dijo que sí, que eran poemas a la madre de su hijo. Dio vueltas el cuaderno y comenzó a leer. Sus palabras sonaron a libertad, o como el diccionario quiera llamar a la poesía. ¿Podrán estas palabras, entonces, transmitir algo de calor y traspasar el encierro? La respuesta, seguramente, la vamos a encontrar -como quería Bob Dylan- soplando (y leyendo, agrego yo) en el viento.

HERNÁN SCHILLAGI

domingo, 8 de octubre de 2017

La vista deforme



Los gustos literarios -y de los otros- hay que dárselos en vida. Toda mi infancia lectora viendo a mi mamá atrapada con las novelitas de Corín Tellado, para luego dejarlas sobre la mesita de luz o la máquina de coser con un sello de clausura y prevención: «Ni se te ocurra leerlas, que son prohibidas». Ayer en la feria las vendían de a tres por 15 pesos. No pude resistirme: «Lo inconveniente tiene fecha de vencimiento», pensé. Pero al abrir la primera página, ahora me advierte con dibujo de asesoría moral, que esta historia es «para personas formadas». Pasaron más de treinta años y la vana censura es otro modo de recuperar la familia.

HERNÁN SCHILLAGI