miércoles, 3 de noviembre de 2010

Un poema para leer en una mudanza



una pena estrordinaria


pagaba en un rincón una penitencia
que no merecía muda en su hondura
tensa en su espera de cuerdas y clavijas
veíase mi guitarra dentro de la mala acústica
de un departamento vacío tras una mudanza

como el caracol mi hija había
también cambiado su caparazón sin mirar atrás
y el moisés bostezaba en el suelo
sin tener a quien dormir en su boca mullida
hasta que del cuello agarré toda la música
todas las notas cada rasguido de fogón serenata
y asado para comenzar el arrullo tenue
responsable calmo de todo padre de familia
hasta la camioneta con los demás muebles

pero la guitarra que había escuchado más los consejos
de martín fierro que los de mi madre
asomó terca su cabeza de madera
por sobre el canasto de mimbre
y la estrelló contra la primera mora híbrida
que nos salió al paso

8 comentarios:

sergio dijo...

Dos objetos-personajes tiene este poema: una guitarra, un moisés. Como los objetos ligan su vida íntimamente a las de sus propietarios, y la niña y el yo lírico no los necesitan ya, moisés y guitarra mutaron de objetos amados en trastos. Como el poema termina sin narrarnos el destino de estos personajes, imagino qué habrá sido de ellos. Tal vez el moisés, como todos, recuperó su valor y su lugar central en la casa cuando nuevos niños llegaron a ella. Si no fue así, tal vez ahora cobija ropa sucia. En cuanto a la guitarra, acaso haya entibiado alguna fría mañana de los trabajadores del basurero municipal. Pero si así fue, no sólo les dio calor. También les aportó una musiquita, lejana, antigua, una musiquita como de canción adolescente, una musiquita sui generis (otra cosa no pudo ocurrir. Seguro al aproximarse a las llamas, aun sin cabeza, el contexto le recordó lo que sabía: una canción de fogón)

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: qué buen final para un poema, la música como combustible para calentar la fría mañana de unos obreros municipales junto a la basura.

Al mismo tiempo el cúmulo de zambas, chacareras, canciones folk y del rock nacional como música incidental de la tragedia diaria de ganarse el mango: "Lunes, otra vez, sobre la ciudaaad...!

Gracias por el comentario. Un abrazo.

Marisa Perez Alonso dijo...

¡Hola poeta!
"pegada en un rincón una penitencia"... este verso me puede es tan cinematográfico (de las buenas versiones, no las de tu verdulero) Creo que en cada imagen se desgranan muchas otras historias. Esas imagenes convocan a una cadena de recuerdos para los que alguna vez tuvimos hijos y crecieron, tuvimos música y la olvidamos, tuvimos un canastito donde arrullar un tesoro y cuando quedó vacío, quedó abandonado. Me gusta mucho la cultura del reciclaje propuesta por Sergio, y creo que esas "glosas" acerca del derrotero de la guitarra son tan buenas que casi parecen un necesario complemento. Todo me hizo acordar cuando les leía cuentos a mis hijos antes de dormir y el del medio me decía con un puchero en toda la cara ¿Y qué pasó con ...? Por supuesto que los finales abiertos o indefinidos no eran de su predilección.
Un abrazo de fogón.

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: tanto tiempo!!! Estaba un poco borrada del mundo blogueril. Es una alegría volver a leer tus comentarios y en la espera de que publiqués tus textos en el blog.

Me permito corregirte, el poema empieza. "pagaba en una rincón una penitencia.... quizá tipeaste apurada. Ojalá te siga gustando el verso, ja.

En cualquier momento, hacemos un asado todos los que aquí confluimos y saco la reemplazante de mi querida y decapitada guitarra y te canto "El oso" o "Todas las hojas son del viento". Si faltan brasas, ya tiene destino mi criollita.

Pero lo importante está en lo que decís, en cómo un poema necesita ir de boca en boca (como de puerto en puerto) para ir cargándose de mercadería de distintos matices y procedencias.

Lograr, humildemente, que estas palabras te hayan hecho recordar tus noches de fogón, a tus hijos reclamando historias y a sus caritas sorprendidas por la fantasía; ya me regocija una enormidad.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

En primer lugar, diré que lo entendí perfectamente. Eso es una muestra de "la burbuja de incomprensión" en la que vivo de lunes a viernes, donde, debo reconocer, en este mes en particular, alguien que no soy yo, una especie de "docente automática", circula de escuela en escuela. Quiere decir que además de durazna, durante la semana ando como zombie.
Me dio mucha tristeza por esos objetos, ese "estar" y "no estar" a la vez, ese modo de existir siendo la presencia más ausente de todas. Todo el poema me lleva a pensar en que si un objeto solo se realiza como recuerdo, debería desaparecer cualquier vestigio de su materialidad. Es cruel lo que voy a decir, pero imaginate vivir con los cadáveres embalsamados de tus muertos... ¡¡un horror!! Por eso creo que el suicidio de la guitarra fue necesario.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: ¡por fin llegó el comentario! Ojalá no tenga nada residual de ese "automatismo zombie" en el que te has visto envuelta (sola) ;-)

Hay varias cosas que se cruzan en este poema, entre otras: la mudanza como cambio de costumbres y un golpe a lo establecido y el recuerdo de una juventud "díscola" que muta en un objeto inservible.

"Ruempo, -dijo-,la guitarra,
pa no volverla a templar..." decía en el final de la primera parte el Martín Fierro, una vez que cantó/contó sus penurias. Es así que mi guitarra desoyó el consejo de mi vieja (y de todas ) de no asomar la cabeza por la ventanilla.

La desobediencia es una manera de morir dignamente. Ése sería el mejor consejo de M.F. más que los espantosos que les dice a los hijos al terminar la segunda parte:

"El que obedeciendo vive
Nunca tiene suerte blanda-
Mas con su soberbia agranda
El rigor en que padece-
Obedezca el que obedece
Y será bueno el que manda..."

Marisa Perez Alonso dijo...

Hola Hernan. Me gusta tu verso, y me gusta cómo se transforma con mi error, perdón. Tan luego yo, venir a leer equivocadamente... pero pasa, será que yo también tengo un poco de zombie muchas veces.
Últimamente no asomo la cabeza por mi blog, ni el de otros, porque estoy terminando de corregir una novela que irá a competir en un concurso. ¡Si ya es difícil escribirla, peor es corregirla!
Y, si bien no creo que el objeto SEA el recuerdo, sí creo que los evoca porque uno no sólo lo entiende al objeto, sino que lo siente, y los recuerdos se evocan desde diferentes sentidos.
Esa mudanza que implica transformación, también significa que en el laberinto de la vida, debemos elegir en cada encrucijada y sólo podemos transitar una sola senda, por lo que sin duda habrá cosas que se descartan y se pierden, se rompen o se transforman con nocotros en otras cosas y nos acompañan (como el moisés-cesto de ropa).
Te mando un abrazo nostalgioso.

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: seguro debés recordar ese hermoso pasaje de "Los días del venado" de nuestra querida Liliana Bodoc, donde la familia de la vieja Kush reunida sacudía una especie de baúl y sacaban al azar un objeto y a partir de él la más antigua de la casa narraba una historia.

Seguro que los objetos "hablan" y se recargan de vida. ¡Qué sería de la literatura sin la personificación!

Gracias por tus comentarios y espero que tengás mucha suerte en el concurso.