miércoles, 28 de abril de 2010

Acertijodeseo 2

¡Adivine la única diferencia!



Los dos cuadernillos pertenecen a un programa de alfabetización, declarado de interés educativo por la Secretaría de Educación.
La imagen de la izquierda es de la 1° edición de agosto de 2007 y la de la derecha es de la 2° edición de abril de 2009.

Una ayudita con este acercamiento (o haga click para ver mejor):


¿Puede ser que en dos años un grupo de poderosos con muy poca "nobleza" hayan olvidado tan rápido lo que verdaderamente importa?


martes, 20 de abril de 2010

El domingo, los huevos


Lo sabés: es un Sábado de Gloria. Bah, por el simple hecho de que ayer fue Viernes Santo. Entonces te encontrás en la cola del súper que acepta tarjetas de débito. Te estás recuperando de la dura «vigilia» de no poder comprar por 24 horas.

Mirás hacia adelante y un matrimonio cincuentón empuja un carro que desborda kilos de carne depostada, gaseosas de envases enormes y botellas de vino que no alcanzás a reconocer. Una verdadera orgía con rueditas.

Encima de todo, una pequeña e inocente bandeja con una docena de facturas de manteca es la frutilla de ningún postre a solo $9,40.-

-Son $900.-; escuchás que dice la cajera. Pero que al debitar con la tarjeta, hay una promo de descuento del 15% más la devolución del 5% del I.V.A.; por lo tanto comprendés que el matrimonio tiene que pagar solamente unos $800 y chirolas.

Con el tícket en la mano y los lentes a la altura de la punta de la nariz, la mujer dice a toda voz: «¡Me has cobrado las facturas a $9,90! ¿Ahora quién me devuelve mis 50 centavos?» Mientras el marido envuelve con nylon los clavos y la cruz de su vergüenza, ves cómo la señora grande deja con la respuesta en la boca a la cajera y se dirige furiosa al sector «Reclamos y devoluciones».

La gloria sea para los que resisten.

martes, 13 de abril de 2010

Romance de la locura




que por caso era en abril
cuando nace la emoción
cuando la lengua se cansa
de tanto apagar la voz
cuando todos son muy cuerdos
para patear el balón
cuando un llanto azul y oro
demora tanto el «recor»
a no ser por este loco
que me cantaba «gol gol»
que ni sé cuándo es de boca
ni cuándo la selección
con la pierna a dos veinte
me electrizó el corazón

domingo, 4 de abril de 2010

Señal que ladramos



Me acuerdo que acababa de salir Libertinaje de la Bersuit, porque cuando fui a visitar a mi amigo estudiante de Filosofía a su nuevo departamento de universitario puso –como si el cd le quemara las manos- el revulsivo Sr. Cobranza. Aún la voz del Pelado Cordera nos resonaba en la cabeza cuando empezamos a recorrer el exiguo departamento: «Voy a la cocina, luego al comedor/ miro la revista y el televisor…» A los 5 minutos nos sentamos a discutir los beneficios de vivir cerca de la facultad, de la incomodidad del bañito, de cómo se iba a turnar con la hermana para estudiar en la pieza, de lo difícil de la situación. La conversación iba para largo, cuando de repente mi amigo soltó: «Y, el hombre es un animal de costumbres». Entonces, un silencio de gelatina nos tapó la boca.

Si bien las frases célebres y populares esconden alguna verdad, al mismo tiempo fosilizan posibilidades de diálogo, cercenan en seco aristas argumentativas, múltiples discusiones que pueden enriquecer puntos de vista se ven interrumpidos por una «sabiduría milenaria» de barrio. Como le pasó a mi hermano en la playa. Se sabe que las vacaciones dan una tentadora impunidad para criticar a los eventuales vecinos de sombrilla o de carpa. Pues cuando mi hermano más grande empezó a mofarse del tatuaje de Pepe Biondi en el hombro del bañero, de la tanga cavada de una abuela y de que si la recién casada tenía las tetas operadas; entonces, su mujer le asestó: «Dejalos, ¿y si son felices?». Fin de la sacada de cuero. Es sabido, «los hemanos mayores deben dar el ejemplo».

Sin embargo, las frases hechas traen algo más bajo su aparente poncho simpático y ocurrente: La soberbia. Hace poco escuché que una característica de los argentinos que más llama la atención a los extranjeros es que siempre anteponemos un «no» a cada respuesta; como también en lugar de decir «no estoy de acuerdo», sentenciamos todo con un «estás equivocado». Mucho tango ha corrido por debajo del puente y «el que no llora no mama», me dirá algún avivado.

Es que todos queremos tener la razón, o al menos, ser los que ríen últimos. No por nada Susan Sontag, en un potente ensayo sobre Roland Barthes, avisa con temeridad: «La naturaleza del pensamiento aforístico consiste en estar siempre en un estado de conclusión: el intento de tener la última palabra es inherente a toda construcción de frases poderosas». Por lo tanto, las frases populares son armas, cargadas de malicia y arrogancia, que aniquilan lo interesante de un debate que quizá –gracias al cruce de miradas- nos hubiera acercado a una certeza más pluralista. ¿Será por eso que la frase célebre del Quijote más repetida en la calle es apócrifa?

Así que, muy atentos todos aquellos que se relamen autoritariamente al cerrar discusiones con frases fáciles y masticadas. Tienen el poder y lo van a perder.